La suerte de caminar

¡Muy buenas!

Hay gente que tiene la suerte de caminar, sí, suerte, visto lo visto a nuestro alrededor tener esa capacidad y hacerlo sin dificultad es una suerte enorme, hoy escribiré sobre ello.

Esta vez me ha quedado un artículo bastante extenso, cada fase de las que hablo a continuación dan para mucho, muchísimo, puede que escriba sobre ellas con más detalle en próximas publicaciones.

Después de aquellos 2005 y 2006 estuve unos años sin problemas mayores, unos años "tranquilos" hasta que las cosas se volvieron a torcer.

Recuerdo cómo a finales del año 2013 y principios del 2014 mi forma de caminar dio un giro inesperado, totalmente inesperado incluso para mis médicos. A decir verdad, a día de hoy, sigo alucinando con pequeños detalles, pequeñas cosas que hago y que antes del 2013 no podía hacer por problemas médicos complejos.

Con aquella etapa volví a saber lo que era pasar tiempo entre hospitales, entre una operación y otra el tiempo se me hacía eterno y cada día me parecía interminable. Cuando todo pasó y se estabilizó, empezaron dos larguísimos años de necesitar a alguien a mi lado para poder caminar, tuve que interrumpir los estudios para dedicarme exclusivamente a recuperar mi autonomía y mi fuerza física.

Siempre pongo el mismo ejemplo cuando hablo de ésto, aquellos años fui como un niño pequeño que empieza a caminar. Estando bastante tiempo en rehabilitación pasé por muchas etapas y mi fisioterapeuta me iba dando diferentes ejercicios para hacer en casa y fuera de ella. El primero y más duro fue tener que salir a la calle agarrado del brazo de alguien, esa necesidad física y psicológica era realmente difícil de asumir.

Meses después, varios meses, fui subiendo el nivel de exigencia. Pasar de caminar agarrado a hacerlo sin la necesidad de una sujeción fue de los mayores logros que he conseguido, tanto física como psicológicamente suponía un esfuerzo inimaginable, creedme.

Primero empecé a caminar solo en el garaje, "solo" me refiero a que no me agarraba a aita, mi padre, ese paso fue enorme porque era un sitio amplio y en su momento me imponía mucho, allí no había ninguna irregularidad en el terreno y nadie que me miraba como las vacas al tren, ese es otro tema que daría para escribir otro u otros dos artículos...

Fueron avanzando las semanas e iba viéndome más y más seguro, un día le dije a mi aita que quería probar a caminar por otro sitio, algo más complicado pero a la vez no en exceso para no agobiarme. Al día siguiente fuimos a un parque con un suelo más irregular y un volumen bajo de gente para así probar otro nivel de exigencia más elevado.

Cuando camino noto cada desnivel y me influye mucho, cosas que la gente no nota yo sí lo hago, si me canso tanto al caminar es porque tengo que ir pendiente de todo lo que me rodea y pensado cada paso que doy.

Al ver que caminar por aquel parque sin agarrarme lo tenía superado volví a querer probar algo más exigente, caminar por mi barrio sin agarrarme pero con alguien a mi lado, hasta un tiempo más tarde fui incapaz de ir completamente solo. El motivo de necesitar a alguien a mi lado era todo psicológico, me daba una enorme tranquilidad, muchas veces lo psicológico es peor que lo físico.

Todos conocemos bien la zona en la que vivimos, yo conozco cada desnivel de mi barrio que me influye al caminar, por lo tanto, más adelante cambiamos un poco la zona para ponerme las cosas más difíciles.

Sí, aún seguía habiendo muchos niveles de exigencia superiores, entre ellos estaba algo tan simple como montar en el metro, si os paráis a pensarlo es una base lisa pero en movimiento, por lo tanto, cualquiera puede notar que el equilibrio es indispensable.

Un tiempo después, llegando el verano, me propuse algo que hasta la fecha iba a ser lo más exigente psicológicamente hablando, "simplemente" salir yo solo a por una barra de pan era un reto inmenso. El detalle de salir solo, sin nadie a mi lado, era de por sí un avance enorme, pero sumándole el detalle de que lo hiciera por un barrio donde hay bastante gente y diferentes irregularidades en el terreno... Simplemente os diré que fue increíble, aquel día me hice hasta una foto con la barra de pan a modo de recuerdo de un nuevo comienzo.

Si no recuerdo mal, a partir de entonces empecé a hacer una vida bastante normal, pero quería seguir poniéndome retos y sumando dificultades como, por ejemplo, el terreno sobre el que caminar. Cuanto más irregular más complicado así que pensamos en el monte, la hierba, los caminos... Dicho y hecho, nos fuimos a una zona tranquila y con más o con menos dificultad lo conseguí.

Volví a pensar en otras cosas más complicadas, por aquel entonces estaba en rehabilitación y por lo tanto no podía ir a un centro de estudios como lo hacía antes y lo hago ahora, así que tenía demasiado tiempo para pensar.

El último y más complejo ejercicio que me propuso mi fisio fue ir a un lugar al que llevaba años sin ir, la playa.

Todos sabéis que cuando pisáis la arena seca el pie se hunde, cada paso que damos es totalmente diferente en comparación con un paseo por una zona asfaltada. Intentad imaginaros mi sensación cuando volví a una playa, intentadlo.

Imposible, creedme, por suerte o por desgracia es imposible.

Os seré sincero, al principio la sensación fue horrible, sobretodo teniendo ya una autonomía en la calle sentía que había retrocedido un montón, poco a poco y con mucho esfuerzo fui adaptándome a ello, esa misma mañana llegué incluso a DISFRUTAR del paseo.

Cómo he dicho al principio, cada fase daría para contaros muchos detalles más, finalizo con un consejo:

Disfrutad la vida y pelead por ella, solo tenemos una.

¡Un abrazo!


Comentarios

  1. Jo, de verdad qué fortaleza trasmites. Luego nos quejamos por tonterías....te leo y me da hasta vergüenza pensar las veces que me he quejado por cosas que en realidad no suponen ningún problema. Da gusto leerte, Aitor!!

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    1. Acabo de leer tu comentario, Ainara, me alegro de transmitirte tantas cosas, un abrazo!

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