¡Qué gratificante es ayudar! Más experiencias, Gorabide.

¡Muy buenas!:

En mi vida hay muchas cosas que me llenan, que me hacen sentir bien y me satisfacen emocional y psicológicamente.

Una de esas cosas es, sin duda, ayudar a la gente, todos agradecemos que nos echen una mano en un mal momento o para hacernos la vida más fácil y amena.

Recuerdo el día y el momento en el que hicimos esta foto y también cómo me sentía los primeros diez minutos al contactar con ellos en el centro al que acuden cada mañana, nada que ver, tardé esos diez minutos en dejar a un lado lo que sentía emocionalmente y comencé a ayudar, a conocerles y a intentar sacar el mayor número de sonrisas posibles, no os imagináis cómo me sentía a medida que pasaban las horas, indescriptible.

Tener una discapacidad te cambia la vida y el punto de vista frente a muchísimas cosas, eso es innegable.

Saber que yo podría tener bastantes más problemas de los que tengo hace que vea a toda esta gente desde otro punto de vista, desde el de un chico con mucha suerte, sí, mucha suerte.

Cuando me dijeron que iba a hacer las prácticas del grado en una asociación de ayuda a personas con discapacidad intelectual me emocioné, lo reconozco, llevo ya mucho tiempo queriendo dar lo mejor de mí a quienes más lo necesitan y con quienes tengo una empatía especial, llevaba años pensando en meterme de lleno en este mundillo y en el de asociaciones contra el cáncer o de ayuda a quienes lo padecen.

Todo lo que sea animar e impulsar a salir de los problemas que se nos presentan.

Me acuerdo perfectamente del primer día de prácticas en la oficina, trabajando con datos muy duros, cada perfil me hacía reflexionar un montón, sobretodo los de gente de mi edad o niños pequeños.

A medida que avanzaba esa primera semana llegaba a la conclusión de que yo no iba a poder hacer desaparecer todos los problemas de estas personas, pero sí podía hacerles las cosas más fáciles y sacarles una sonrisa cada vez que pasaban por la oficina.

Tengo grabada en la cabeza la expresión de los más pequeños al darles una de las galletas que teníamos para las visitas de los más pequeños, transmitía verdadera felicidad a pesar de todo, me encantaba y emocionaba.

La foto es del día que fuimos a disfrutar de una mañana con ellos por Bilbao, en este caso con gente adulta y acompañado de otro monitor, muy diferente al trabajo en la oficina, aquél día me di cuenta de lo gratificante que es hacer algo tan simple como salir en grupo a dar una vuelta un día soleado, hacernos unas fotos y comer algo.

En mi caso esto de ayudar y que te lo agradezcan tanto como ellos... no tiene precio.

Por poneros un ejemplo, cuando volvía en metro con la mujer bajita de mi izquierda, al bajarse en su parada, esperó en el andén a que se cerraran las puertas del metro y me despidió con la mano hasta que me perdió de vista.

Ayudar merece la pena, mucho, hacedlo.

¡Un abrazo!


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